Hace ya veinte años que desde el Ayuntamiento de Villarrubia de los Ojos, comenzamos el proyecto del parque recreativo del Gigüela, en los terrenos municipales de la dehesa boyal, en las proximidades de la ribera del mismo río y en las proximidades del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel.
Los terrenos de la dehesa boyal, tradicionalmente usados para el pastoreo, se tenían por terrenos poco productivos, hasta inertes, y sin ninguna utilidad, más allá de ser zonas encharcadizas cuando la pluviometría permitía el desbordamiento del Gigüela y de pastizal para una ganadería ya en desuso.
Pocas esperanzas se le daban a un proyecto de reforestación con especies autóctonas y características del bosque de ribera, creando senderos y bosquetes en su interior, conservando entre ellos las parcelas destinadas al pastizal o cultivo del cereal.
Veinte años después, el parque recreativo del Gigüela, no solo alberga 8 km de senderos para caminar o pasear en bicicleta, sino que se ha convertido en un bosque de galería alrededor de estos senderos y bosquetes existentes en su confluencia. Tarayes, álamo blanco, álamo negro, fresno, son las principales especies que lo componen. Y entre ellos crece un diverso pastizal que da refugio y oportunidades a una comunidad de insectos que no vemos a tan solo unos metros de distancia donde la comunidad vegetal desaparece. Poblaciones de insectos que atraen a las aves; abubillas, pito real, oropéndolas, verderones, verdecillos, y otros fringílidos, crían en la arboleda, junto a ruiseñores, torcecuellos, y los carriceros que habitan en el carrizal en el que se ha convertido el río Gigüela en ausencia de caudal hídrico.
Al atardecer o a primeras horas de la mañana, estos insectos alimentan a golondrinas comunes y daúrica, junto a vencejos y avión común.
Desde el cielo, algún ratonero otea el horizonte, o posado en un poste de electricidad próximo, acompañado de algún cernícalo, o del aguilucho lagunero. Hasta de la ocasional águila calzada y águila imperial que cría no muy lejos.
Después de veinte años el Parque Recreativo del Gigüela se ha convertido en una isla de Biodiversidad. Dando cobijo, y siendo lugar de cría de multitud de especies vegetales, y animales. La cubierta vegetal desarrollada permite que la temperatura del suelo disminuya y con ello la evapotranspiración. Además de ser un sumidero de carbono. Huelga decir lo agradecido de esta sombra bajo el estío que con mayor impacto nos azota cada año.
Sin duda este pequeño espacio es un ejemplo de por donde tenemos que actuar para mitigar los efectos del cambio climático y la preocupante pérdida de biodiversidad de nuestros campos.
Se hace necesario que desde todas las administraciones, pero sobre todo desde la local, y por parte de cada uno de nosotros, ciudadanos, y habitantes de un mundo común. Plantar y cultivar cuantos árboles podamos. En nuestros campos, parcelas, calles y avenidas. Sin olvidar dejar espacio para esas pequeñas plantas que crecen a su sombra, en muchas ocasiones, mal llamadas “malas hierbas”, y otras veces atacadas por herbicidas. Y que son importantísimas para unas poblaciones de insectos cada vez más mermadas y tan necesarias para procesos como la polinización, imprescindibles para la producción de alimentos.
Bajo el escenario actual de cambio climático, sobre el que ya no podemos actuar para revertirlo a corto plazo, pero sí, para mitigar y ayudar a paliar sus efectos negativos. Y de pérdida de biodiversidad, cada vez más patente en nuestros campos de cultivo.
Podemos contribuir a que los efectos de ambos procesos no continúen dañando las opciones de vida de nuestro medio, de nuestro planeta. Es algo que no haremos en beneficio sino de nosotros mismos. Ya que facilitaremos nuestra convivencia. Los problemas de salud e incluso las causas de mortalidad asociadas a esta problemática han aumentado en los últimos años. Y si queremos que este panorama cambie, tendremos que empezar a actuar. Tendremos que empezar por plantar árboles, en beneficio de la biodiversidad y para bajar unos grados el termómetro.
Fuente: Lanza digital